ARTÍCULO CYM N°1: El Efecto Juegos del Hambre
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ARTÍCULO CYM N° 1
EL EFECTO JUEGOS DEL HAMBRE POR ANYA NAIVEA
Ha pasado el tiempo, de eso no hay duda. Pasa el tiempo, cambian las generaciones, cambia la forma de pensar. Es por esa misma razón que hoy en día lo que se llama “adolescencia” comienza prácticamente a los diez años y no a los quince, como yo lo viví.
No quiero hablar como si tuviera sesenta años porque tengo veintiséis, y no voy a decir “en mis tiempos…”, porque sigo aquí. Soy de la generación intermedia entre los ochenta y noventa. Una generación que pasó por mil cambios hasta los inicios del siglo veintiuno, cuando la cosa increíblemente de un momento a otro se dio vuelta. Ahora viéndolo desde afuera creo que estas nuevas generaciones vienen algo distorsionadas, crecen muy rápido, no tienen infancia, los niños no saben lo que es jugar a las bolitas (o canicas —para internacionalizarlo), prefieren con ocho años escuchar reggaeton a todo volumen y bailar el “Ai se eu te pego” sin tener la menor idea de lo que “literalmente” significa.
No creo que sean ellos los que se adaptan a los cambios, en realidad, es lo de afuera lo que se adapta a ellos. Y tal vez se están preguntando ¿qué tiene que ver un análisis sobre las generaciones de hoy con la reseña sobre Los Juegos del Hambre?
Bueno, a eso voy.
Antes se pensaba que los libros para “adolescentes y niños” eran del tipo “Charlie y la Fábrica de Chocolates” o “El Señor de las Moscas” que estaban en un rango entre los diez y quince años. Pero ahora son los mismos autores quienes informados del mundo en el que vivimos se han arriesgado en cruzar la frontera de lo “infantil” (que ya no existe) creando productos que tanto chicos como adultos disfrutan.
No lo voy a negar, han sacado buenos productos, de hecho, varios ya tienen sus derechos vendidos para producciones cinematográficas.
Y eso me lleva al tema en cuestión: Los Juegos del Hambre.
“Los Juegos del Hambre” es una historia cruda, de verdad, créanme. Lo más gracioso es que de hecho soy fanática, está espectacularmente planteada y además es entretenida, pero no sé sin con doce años me hubiera gustado leerla. Tal vez sí, pero es algo que nunca se sabrá.
En fin, el punto es que esta historia narra la vida de un grupo de niños y adolescentes que son seleccionados por el gobierno de un destruido Estados Unidos para matarse en vivo y en directo en un reality show.
(Sé que suena a farándula barata, pero es mejor que eso, ¡lo juro!--> ¡Keep Redding!). ¿De qué se trata el reality? (es algo que ya a estas alturas todos deben saber. Lo sé, es una pregunta estúpida, es como preguntar si alguien sabe de qué se trata Harry Potter, ¡meh!) Cómo sea, este reality es un concurso televisado en vivo y en directo donde los chicos elegidos se enfrentan a muerte, y claro, el único sobreviviente es el ganador de una vida plena y
repleta de riquezas (algo que ningún personaje ostenta en toda la maldita historia, así que suena como un buen premio —léase irónicamente—).
Bien, el tema en sí es realmente crudo, tal vez no suena así si lo expreso de manera sarcástica, pero la verdad es que la autora describe literalmente, letra por letra, como es asesinado cada personaje —que rondan entre los doce y dieciocho años—. Y no, no es masoquismo, es la cruda realidad vista desde los ojos de una escritora que sin quererlo retrató el mundo en el que vivimos de una manera más “didáctica”.
Lo divertido de la situación (vuelvo a pedir: léase irónicamente), es que Suzzane Collins (¡ejem! La autora. Se las presento), se inspiró para escribir esta historia en noticias de guerra y un reality de farándula que justo sucedían al mismo tiempo en TV mientras hacía zapping (¡bendito zapping mata neuronas!).
La cosa es que finalmente estos libros que podrían ser catalogados para mayores de catorce o quince años, los niños lo leen como si fuera un comic del hombre araña. Sueñan con ellos y son los Primeros en la fila para ir al cine. ¿Y por qué pasará eso? ¿Le encuentran alguna relación con lo que dije más arriba? La respuesta está ante los ojos. Ya no existe niñez por lo tanto los adolescentes, que lo son desde muy temprana edad, necesitan de esta información para sentirse adultos, quieren sicológicamente verse envueltos en un mundo que está girando demasiado rápido. Hay muchísima información, el sexo vuela, y si no se les vende algo así a estos chicos prácticamente las empresas se van a quiebra.
No es imaginación lo que falta, es sentido común. Y sí, Los Juegos del Hambre es una historia que tal vez no vaya a leer mi abuela, pero tampoco la considero apta para un niño de diez años. Me pregunto si él entenderá el tema que va más allá de la sangre, si comprenderá la lucha por la libertad que viven Katniss y Peeta (los protagonistas, no se los había presentado), si se dará cuenta el transfondo de la situación.
Tal vez, tal veeeeeeez, uno entre veinte, comprenda algo, pero algo mínimo. Sin embargo, dudo que por muy adolescente que se crea con su celular último modelo y su reggaeton al máximo volumen, entienda lo que está leyendo, si se da cuenta que esa historia no está tan alejada de la realidad del mundo en el que vivimos. Tal vez, incluso lo encuentre divertido, o tal vez, ni siquiera le impresione. Y tal vez, si lo dan a leer en los colegios o escuelas para hacer la lectura más didáctica de lo único que van a llegar hablando los hombres es de cómo murieron los personajes y las niñitas de lo romántico que fue el beso entre los protagonistas. Sí, se creen muy grandes, creen que entienden lo que el mundo les vende porque todo hay que adaptarlo a su evolución.
Sin embargo vender cosas de quince años a uno de diez no sólo entorpece su crecimiento sicológico, yo creo que en cierta manera se lo destruye. Porque, si no se viven las etapas como deben ser, si se manipula el crecimiento, si ya no tenemos infancia… pareciera que el mundo esta creando su propio grupo de súper hombres sin emociones, y ahí sí, que temo que la realidad supere a la ficción, y que nuestra sociedad se convierta en algo parecido a Los Juegos del Hambre.